Extracte de l'article de Sergi Pàmies, publicat a La Vanguardia el 9 de juliol de 2010
"...sería bueno añadir a la legítima dignidad de los que mañana se manifestarán, la de muchos ciudadanos que, también por dignidad, no se manifestarán. Establecer una confrontación entre dignos e indignos estaría fuera de lugar. Fueron muchísimos los catalanes que, por dignidad, se desmarcaron desde el primer minuto de la aventura estatutaria liderada por Pasqual Maragall. Y aquel distanciamiento preventivo se fue reafirmando a medida que se confirmaba el avance tortuoso y el discutible rigor en su redacción (el oficialismo amnésico no logrará que olvidemos los episodios de confrotnación, las reiteradas instrumentalizaciones, la demagogia identitaria y sus cordones sanitarios y la búsqueda de una parcialidad mayoritaria que, impuesta por un consenso frankeinsteniano, fue juzgado el día del referéndum con una participación de castigo).
Por dignidad, muchos catalanes mantuvieron encendidas discusiones con amigos y familiares, alertando sobre la vulnerabilidad de una propuesta que avanzó a trompicones, lastrada por intereses partidistas.
Entre aquellos discrepantes u objetores de conciendia había independentistas, constitucionalistas, españolistas, catalanistas o simples indecisos que rechazaron la frivolidad con la que, rebozándola de solemnidad para disimular sus deficiencias, se estaba llevando una cuestión tan relevante como la del Estatut. Hay que respetar a los que, por dignidad, se manifestarán mañana, y desear que todo transcurra democráticamente. Pero, por suerte para este país, a los dignos de mañana hau que sumar a todos los que, también por dignidad, no han querido saber nada de esta aventura y lamentan su desenlace, más coherente con el resto de la historia de lo que puede parecer".
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Extracte de l'article de Sergi Pàmies, publicat a La Vanguardia el 9 de juliol de 2010
"...sería bueno añadir a la legítima dignidad de los que mañana se manifestarán, la de muchos ciudadanos que, también por dignidad, no se manifestarán. Establecer una confrontación entre dignos e indignos estaría fuera de lugar. Fueron muchísimos los catalanes que, por dignidad, se desmarcaron desde el primer minuto de la aventura estatutaria liderada por Pasqual Maragall. Y aquel distanciamiento preventivo se fue reafirmando a medida que se confirmaba el avance tortuoso y el discutible rigor en su redacción (el oficialismo amnésico no logrará que olvidemos los episodios de confrotnación, las reiteradas instrumentalizaciones, la demagogia identitaria y sus cordones sanitarios y la búsqueda de una parcialidad mayoritaria que, impuesta por un consenso frankeinsteniano, fue juzgado el día del referéndum con una participación de castigo).
Por dignidad, muchos catalanes mantuvieron encendidas discusiones con amigos y familiares, alertando sobre la vulnerabilidad de una propuesta que avanzó a trompicones, lastrada por intereses partidistas.
Entre aquellos discrepantes u objetores de conciendia había independentistas, constitucionalistas, españolistas, catalanistas o simples indecisos que rechazaron la frivolidad con la que, rebozándola de solemnidad para disimular sus deficiencias, se estaba llevando una cuestión tan relevante como la del Estatut. Hay que respetar a los que, por dignidad, se manifestarán mañana, y desear que todo transcurra democráticamente. Pero, por suerte para este país, a los dignos de mañana hau que sumar a todos los que, también por dignidad, no han querido saber nada de esta aventura y lamentan su desenlace, más coherente con el resto de la historia de lo que puede parecer".
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